Dime cómo piensas y te diré como te sientes

¿Existe relación entre lo que pensamos y como nos sentimos?. Si es así, el aforismo dime cómo piensas y te diré como te sientes sería acertado. Pero, ¿en realidad existe relación entre nuestros pensamientos y nuestras emociones? La teoría cognitivo conductual dice que si.

Según el modelo cognitivo conductual, toda situación provoca un pensamiento y es este pensamiento y no la situación en sí, el que genera una emoción y una conducta, que es congruente con el pensamiento y que va a interferir en la forma de abordar la situación en ocasiones ulteriores. A continuación va un ejemplo:

Imaginemos una situación: «Usted esta durmiendo en la cama durante la noche y entonces suena un golpe en la ventana».

Imaginemos un pensamiento: «Seguro que hay alguien intentando forzar la ventana para entrar a robar»

¿Cuál será entonces la emoción subsiguiente? Probablemente ansiedad o miedo. ¿Y la conducta? pues probablemente levantarse y comprobar o llamar a la policía etc… Conducta que será congruente con lo que hemos pensado.

Imaginemos ahora la misma situación: «Usted esta durmiendo en la cama durante la noche y entonces suena un golpe en la ventana».

Imaginemos un pensamiento: «Seguro que es la rama del árbol que tendré que podar porque ha crecido y golpea en la ventana con el viento». ¿Cuál será ahora la emoción? pues probablemente eutimia o normalidad emocional, ¿Y nuestra conducta? pues probablemente seguir dormidos.

¿De que ha dependido entonces que ante una misma situación (Golpe en la ventana mientras dormimos) nos sintamos ansiosos o tranquilos? Efectivamente, del pensamiento o interpretación que hacemos de la situación. Lo mismo ha ocurrido con la conducta del ejemplo, que ha variado en función del pensamiento. Por tanto nuestro estilo de pensamiento configura el cómo nos sentimos y también cómo actuamos.

Existen estilos de pensamiento que generan interpretaciones de la realidad catastrofistas o perturbadoras y que provocan emociones negativas como tristeza o ansiedad así como dificultades de adaptación al entorno y pérdida de oportunidades. En casos extremos estos estilos de pensamiento están presentes en trastornos de ansiedad o del estado de ánimo y pueden interferir en la respuesta a los psicofármacos.(Pincha aquí)

Entre los estilos de pensamiento o distorsiones cognitivas que estás detrás de los estados de ánimo disfóricos están los pensamientos dicotómicos como el pensamiento todo nada que consiste en valorar la realidad en extremos, es decir sin ver la gama de grises que hay entre el blanco y el negro. Las personas que incurren en este tipo de interpretaciones sólo ven la realidad en términos bien /mal. el regular no existe, éxito o fracaso, aptitud o ineptitud etc. de esta manera todo resultado o acción que no sea perfecta estará mal, algo que genera un malestar constante, ya que es raro que las cosas alcancen la perfección que ellos sugieren.  Un ejemplo sería creer que uno es mal estudiante si tiene una calificación de notable y no de sobresaliente.

Otro pensamiento distorsionado o error cognitivo es la generalización excesiva, donde una experiencia negativa se convierte en un modelo predictor que impide nuevos procesos de ensayo/error necesarios para conseguir un reto. Esta forma de ver la realidad hace que todo lo que uno no haya conseguido en un primer intento sea considerado como imposible de conseguir y por tanto, reduce la capacidad de perseverar para conseguir un objetivo, provocando el fracaso por no intentar algo hasta conseguirlo y fomentando las «profecías de autocumplimiento». Un ejemplo de este error cognitivo seria pensar que lo que uno no consigue al primer intento no lo conseguirá jamás y por eso no merece la pena seguirlo intentando.

Un tercer grupo de errores cognitivos lo constituyen aquellos pensamientos basados en la creencia de que podemos predecir cómo nos encontraremos en una situación futura sin ningún tipo de comprobación y que vamos a hacer para evitar ese supuesto efecto predicho. Este tipo de pensamiento provoca que nuestra vida se convierta en una suerte de suposiciones no comprobadas por las que nos guiaremos perdiendo oportunidades al no comprobar si nuestras apreciaciones eran ciertas o no. De esta manera, podemos mantener teorías que se contradicen con la realidad porque no las comprobamos. Se conocen como «Error del adivino» , un ejemplo sería evitar actividades o acciones porque prevemos que no nos van a gustar pero no comprobamos si es así o no, lo que fomenta una vez más las «profecías de autocumplimiento». Un ejemplo sería no acudir a un lugar porque creemos que no nos va a gustar y no comprobar si es así o no. De esta manera podemos mantener una creencia errónea de manera indefinida al no comprobarla.

Un cuarto grupo de estos pensamientos distorsionados son aquellos en los que sólo nos fijamos en las experiencias negativas del día eliminando las positivas aunque hayan sido más numerosas, aquellos que achacan nuestros éxitos al azar y nuestros fracasos a nosotros mismos, o aquellos en los que nos sentimos responsables de cosas que no dependen de nosotros como la salud de terceros el desempeño laboral o escolar de otros o aspectos relativos al medio ambiente clima algo que ha recibido últimamente el nombre de  «ecoansiedad».

Las personas que incurren en estos errores cognitivos presentan mayores niveles de malestar emocional cotidianos y una peor adaptación a los eventos diarios estresantes.

 

 

 

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